
Charla de mujeres exiliadas:
El exilio me ha enfrentado a una España que desconocía a pesar de que llevaba más de veinte años viajando al pais ibérico a recibir premios, dar conferencias, másters de periodismo, de género y capacitaciones para casas de acogida. Ahora que soy ciudadana -desterrada por la mafia mexicana-, descubro el poco valor amoroso y presencial que la mayoría de personas españolas da a la familia nuclear, a la familia extendida; extraño la dulce amabilidad y cortesía de la gente de Latinoamérica. Me sigue sorprendiendo la agresividad intrínseca en el lenguaje cotidiano, la normalización de un lenguaje sexualizado y violento y no entiendo por qué se quejan todo el día con la cantidad de privilegios que tienen en Europa.
Aquí les rodea la guerra e igual se quejan de bobadas, allá nos rodea el conflicto y lo enfrentamos para ayudarnos y encontrar a nuestras hijas desaparecidas.
La diferencia tal vez radica en que si llega la guerra mundial la gente latinoamericana estará mucho más preparada para salvarse mutuamente, la europea, en cambio, se pondrá a discutir quién merece vivir y quien merece morir o ser desahuciada por su raza y clase.
Reflexionar desde el desahucio vital es una tarea pendiente.
Reflexionar desde el reconocimiento del destierro puede convertirnos en poetas.
Reflexionar sobre el privilegio que ciega el corazón ante el genocidio es otra tarea imprescindible.
Crecer el el Sur Global te enseña a sobrevivir en comunidad, a ser una mujer común y parte del todo que sufre y se salva, solo se salva tomándose de la mano con las otras y enfrentando directamente a los poderes fácticos.
Aquí camino segura por las calles, es cierto, pero mientras la guerra se acerca añoro la incomprensible solidaridad de quien corre entre las balas para salvar a quien no piensa igual y, a pesar de las diferencias circunstanciales reconoce quién está del lado del mal y quien trabaja por el bien y la paz

